Era la noche antes de Navidad y en toda la casa no se movía ni una sola criatura, ni siquiera un ratón. Fuera, la nieve caía con tranquilidad esperando y amontonándose en las aceras a esperar que la mañana despertase a los niños que, emocionados, correrán a abrir los regalos que Santa Claus les haya dejado bajo el arbol.
Mientras tanto, el reloj, con una suave melodía, daba paso a la medianoche. Todo parecía cobrar vida a esta hora, y, mientras el resto de seres humanos que habitan la casa descansan, en el árbol algo maravilloso sucede.
Mientras tanto, el reloj, con una suave melodía, daba paso a la medianoche. Todo parecía cobrar vida a esta hora, y, mientras el resto de seres humanos que habitan la casa descansan, en el árbol algo maravilloso sucede.
Mientras esperan la llegada del amable señor vestido de rojo, los adornos que cuelgan de las ramas del abeto cobran vida, es lógico, quieren también celebrar navidad, las bailarinas y los ángeles preparan un bonito espectáculo, mientras que los soldaditos preparan una mesa cerca del tronco, todo esta perfectamente decorado.
Entre bailes y risas pasan las horas, los regalos ya están bajo el árbol, los villancicos ya fueron cantados y, el reloj, marca las tres de la madrugada, y es cuando todas esta figuras vuelven a su sitio, las galletas de jengibre, soldaditos, estrellas, ángeles y bailarinas, todos se colocan y vuelven a dormir.
Era la madrugada de Navidad y en toda la casa no se movía ni una sola criatura, ni siquiera un ratón, fuera, una lluvia de estrellas fugaces cruzaba el cielo acompañando a Papá Noel en su viaje.
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